Mis niños, espero que hayan pasado un muy feliz día del apá, claro, para quienes se decidieron por asumir muy estoicamente la labor de crianza de los pequeños, la felicidad del hogar, en este macetón sucede algo muy peculiar, mi retoño mayor, cuando llega el coautor de sus días, se abalanza sobre él emulando a Dino, la mascota de los Picapiedra, que, a decir verdad, para mí eran insufribles y sólo Dino los salvaba de la embestida de mi chancla a la pantalla.
El reconocimiento hacia los progenitores es más que merecido, ya que la historia y la humanidad se han encargado de relegarlos a un segundo plano, y aquí arrancamos.
Las mamases son hemiciclos a la abnegación, a la infinitísima ternura y a la devoción por la familia, son ensalzadas (alabadas en extremo, no hechas salsa) por tener el sentimiento a flor de piel y sufrir lo inimaginable, en pos del bien de su family.
Y cuando el padre reúne las mismas características arriba mencionadas, ¿qué pasa? Pues que se le tacha de mandilón, afeminado, blandengue, y hasta de "rarito" (you know what I mean). ¿Por qué cuernos?, ¿acaso ellos no tienen derecho de expresarse, de soltar de vez en cuando un besito a sus hijos, a su esposa? Y es entonces cuando ellos han adoptado la faceta de gigantes de la isla de Pascua, o sea, sólo veo y callo.
El día del padre, los restaurantes no están repletos, no se encarecen las flores ni los monos de peluche, no hay tarjetas con musiquita (qué bueno), no hay ofertas de mascarillas de lodo del Nilo y guano de alpaca andina, no hay rebajas en los electrodomésticos, etc.
Eso no quiere decir que el comercio no esté ajeno a la celebración, más bien, nos inunda de objetos meramente utilitarios como aparatos y cosas relacionadas al deporte, a la mecánica, a los relojes (a fuerza siempre quieren zambutirles a los papás un reloj, sin importarles si usan o no).
Pienso yo que la mejor celebración sería dejarlos en casa completamente solos, sin la presencia de hijos ni esposa (sin bajar la guardia en cuanto a vigilancia, por favor), que vean la televisión todo el santísimo día en piyamita, pero eso sí, bien bañados, que oigan su música y se echen unos cuantos jaiboles a nuestra salud... mientras tanto nosotras vamos de compras, al spa, a la estética, al cafecito con las amiguis, llevamos a los niños a hartarse de hamburguesas, para que, el lunes que le llegue a su oficina su estado de cuenta, comience a desear fervorosamente la viudez, o en el peor de los casos, el homicidio.
¡¡¡ Feliz día del padre !!!
Con dedicatoria especial a don Enrique, a quien agradezco por heredarles a mis retoños el privilegio de tener sangre de auténtico gladiador corriendo por sus venas, mil besos y un amoroso recuerdo hasta las nubes.
El reconocimiento hacia los progenitores es más que merecido, ya que la historia y la humanidad se han encargado de relegarlos a un segundo plano, y aquí arrancamos.
Las mamases son hemiciclos a la abnegación, a la infinitísima ternura y a la devoción por la familia, son ensalzadas (alabadas en extremo, no hechas salsa) por tener el sentimiento a flor de piel y sufrir lo inimaginable, en pos del bien de su family.
Y cuando el padre reúne las mismas características arriba mencionadas, ¿qué pasa? Pues que se le tacha de mandilón, afeminado, blandengue, y hasta de "rarito" (you know what I mean). ¿Por qué cuernos?, ¿acaso ellos no tienen derecho de expresarse, de soltar de vez en cuando un besito a sus hijos, a su esposa? Y es entonces cuando ellos han adoptado la faceta de gigantes de la isla de Pascua, o sea, sólo veo y callo.
El día del padre, los restaurantes no están repletos, no se encarecen las flores ni los monos de peluche, no hay tarjetas con musiquita (qué bueno), no hay ofertas de mascarillas de lodo del Nilo y guano de alpaca andina, no hay rebajas en los electrodomésticos, etc.
Eso no quiere decir que el comercio no esté ajeno a la celebración, más bien, nos inunda de objetos meramente utilitarios como aparatos y cosas relacionadas al deporte, a la mecánica, a los relojes (a fuerza siempre quieren zambutirles a los papás un reloj, sin importarles si usan o no).
Pienso yo que la mejor celebración sería dejarlos en casa completamente solos, sin la presencia de hijos ni esposa (sin bajar la guardia en cuanto a vigilancia, por favor), que vean la televisión todo el santísimo día en piyamita, pero eso sí, bien bañados, que oigan su música y se echen unos cuantos jaiboles a nuestra salud... mientras tanto nosotras vamos de compras, al spa, a la estética, al cafecito con las amiguis, llevamos a los niños a hartarse de hamburguesas, para que, el lunes que le llegue a su oficina su estado de cuenta, comience a desear fervorosamente la viudez, o en el peor de los casos, el homicidio.
¡¡¡ Feliz día del padre !!!
Con dedicatoria especial a don Enrique, a quien agradezco por heredarles a mis retoños el privilegio de tener sangre de auténtico gladiador corriendo por sus venas, mil besos y un amoroso recuerdo hasta las nubes.
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